"Glorius": comedia musical sobre la peor cantante lírica del mundo

«Glorius», la comedia musical que reivindica a la “peor cantante lírica del mundo” en el Poliorama

Noticia

En el Teatro Poliorama, hasta el 6 de febrero

Marta Ribera se pone en la piel de Florence Foster Jenkins, excéntrica soprano neoyorquina célebre por cantar horriblemente mal, en una comedia musical tan desafinada como emocionante dirigida por Paco Mir en el Teatre Poliorama.

Glorious
Santi Millán, en el papel del mánager de Florence, y Marta Ribera, la gran diva Florence Foster Jenkins, sobre el escenario del Teatre Poliorama. (Copyright/TP)

«Glorius» pone en el centro del escenario a una diva lírica entrañablemente desastrosa, que reina estos días en el Teatre Poliorama y se podrá ver hasta el 1 de febrero de 2026. La obra, basada en la historia real de Florence Foster Jenkins (1868-1944) , considerada la “peor cantante lírica del mundo”, se presenta como una comedia musical sobre el tesón y la ilusión llevada al límite, bajo la batuta de Paco Mir, que traslada a escena la Nueva York de los años 40 con precisión, ritmo y un sabroso punto de mala leche cómica.

El resultado es una comedia musical deliciosa que mantiene al público atrapado de principio a fin durante hora y media. Paco Mir, ex Tricicle, firma una puesta en escena llena de ritmo y oficio, afinando el tempo de la risa y reservando espacio para esos matices dramáticos que humanizan al personaje. Sobre el escenario brilla una Marta Ribera en estado de gracia, que se adueña del personaje con una entrega absoluta. A su lado, Santi Millán regresa a los escenarios tras quince años de paréntesis teatral para encarnar al mánager de esta soprano caótica y entrañable, aportando su vis cómica y una química muy orgánica con Ribera.

Ramón Gener
El polifacético Ramón Gener debuta como actor teatral dando vida al pianista Cosme McMoon. (Copyright/TP)

Una diva gloriosamente desafinada

La diva decide contratar al pianista Cosme McMoon, un papel que le encaja como un guante a Ramón Gener, que se sube por primera vez a un escenario teatral. El músico, humanista y divulgador demuestra aquí que también puede ser profeta en su tierra como actor: compone un Cosme lleno de ternura, ironía y desconcierto ante el ciclón Florence, convirtiéndose en un contrapeso perfecto para los excesos vocales de la protagonista.

La historia de Florence Foster Jenkins parece escrita a propósito para el teatro, pero ocurrió de verdad. Esta aspirante a soprano llegó a llenar teatros del West End y Broadway precisamente porque cantaba horriblemente mal. Invirtió su fortuna en alimentar su sueño, incluso pagando entradas para que el público llenara la sala y ovacionara a la “diva”. Ese delirio adorable ya inspiró en 2016 la película dirigida por Stephen Frears, con Meryl Streep en el papel principal, que le valió una nominación al Óscar. Ahora, sobre las tablas, es Marta Ribera quien asume el reto nada sencillo de encarnar a esta mujer que se empeña en ser artista a cualquier precio.

Marta Ribera y el arte de cantar mal

“Florence tiene el valor de luchar por lo que quiere sin temer lo que dicen los demás”, recuerda Marta Ribera, que reconoce que es la interpretación más difícil de su carrera. Y se nota. No solo por la energía física y emocional que despliega, sino por un trabajo vocal muy sofisticado al servicio, paradójicamente, del desastre. Cantar mal y hacerlo bien es un arte en sí mismo, un delicado ejercicio de jugar con los desafines, las entradas a destiempo, las notas imposibles y los giros estrangulados sin perder nunca el control ni la partitura.

La compañía Anexe es la responsable de este montaje, que tiene todos los ingredientes para convertirse en uno de los espectáculos más aplaudidos de la temporada. “Cantar mal es todo un reto”, matiza la propia Ribera, obligada a transformar con un esfuerzo descomunal sus registros vocales. El guion le exige una colección de voces distorsionadas, impostaciones imposibles y ataques deliberadamente torcidos. “Tengo que desaprender un don para aplicar la no técnica”, resume la actriz. Y ese juego constante entre la técnica y su negación es, precisamente, el corazón cómico de «Glorius».

El resultado es una comedia musical que celebra la fragilidad del autoengaño, pero también la fuerza de los sueños cuando se llevan hasta las últimas consecuencias. El público ríe de Florence, pero acaba riendo con ella y, en cierto modo, admirando su obstinación delirante. En tiempos de perfección afinada al milímetro, esta “peor cantante del mundo” se alza como un canto desafinado, pero necesario, a la libertad de hacer el ridículo sin pedir perdón.

A mi hermano Xavier Martínez-Aira, regidor de teatro (Barcelona 1964-2010)

Una noche de estreno con público de lujo

El estreno de «Glorius» llenó la platea del Teatre Poliorama de caras conocidas el pasado jueves. La función reunió a un buen número de invitados ilustres, en su mayoría vinculados a las artes escénicas, que no quisieron perderse esta nueva producción.

Entre los asistentes se pudieron ver, entre otros, a Jordi Bosch, Peter Quilter (autor de la obra), Marc Parrot, Joan Manuel Serrat con su esposa Candela Tiffón, Carles Sans, Àlex Casanovas, Cristina Puig, Anna Rosa Cisquella, Mari Pau Huguet, Toni Albadelejo o Edu Pericas. Todos ellos, como el resto de privilegiados espectadores, disfrutaron durante hora y media con esta versión de «Glorius», que viaja de la Nueva York de los años 40 a la Rambla barcelonesa, donde se quedará hasta el 1 de febrero de 2026.

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