El legendario esquiador extremo y alpinista Hans Kammerlander (Ahornach, Tirol del Sur, 1956) pionero del descenso con esquís desde la cima del Everest en 1996, lanzó duras críticas al reciente logro del polaco Andrzej Bargiel, que el pasado octubre completó por primera vez el descenso integral del Everest sin oxígeno embotellado. En declaraciones al periodista Thomas Hirner para el diario austríaco Der Standard, Kammerlander calificó la gesta y su promoción por parte de Red Bull como “un espectáculo indescriptible” que, según él, “arruina el alpinismo”.
“Simplemente no es justo”
“Simplemente no es justo, me decepcionó profundamente”, aseguró Kammerlander al ser contactado por Der Standard. El alpinista, de 68 años, recordó que ya había descendido del Everest con esquís en 1996, por la cara noreste, sin oxígeno ni apoyo de sherpas. “Había poca nieve, y a veces tuve que cruzar a la siguiente canaleta donde el viento había despejado la nieve, pero eso fue mínimo en comparación con el trayecto total. Por eso, debe contarse como un descenso”, explicó.
También recuerda la pureza del estilo. “No tenía sherpas, cargué todo yo mismo y terminé todo en menos de 24 horas. Hasta los 7000 metros fui acompañado por un equipo de cámara de la ORF para el programa Land der Berge. Luego cayó la noche, montaron una tienda, y yo me quedé solo. Sin oxígeno. Con los esquís al hombro, y a bajar”.
En aquel entonces, completó la ascensión y el descenso en 23 horas y 50 minutos, en solitario y con material mucho menos técnico que el actual. Bargiel, en cambio, necesitó cuatro días y más de cuatro horas, con un amplio equipo logístico y apoyo de dron.
“Eso arruina el alpinismo”
“Cuando, tantos años después, se hace un espectáculo con una historia que ni siquiera es comparable, es una pena. Eso arruina el alpinismo, lo diluye todo. Fue simplemente un espectáculo indescriptible montado con una expedición clásica común y corriente”, declaró el tirolés, que considera que la intervención de grandes marcas ha distorsionado el espíritu de las grandes ascensiones.
Kammerlander insistió en que su descenso fue en condiciones puras: “No tenía sherpas, cargué todo yo mismo y terminé todo en menos de 24 horas. Solo llevaba un litro de té… Sin oxígeno. Con los esquís al hombro, y a bajar”. Aquella jornada de 1996 marcó un antes y un después en el esquí extremo, aunque no obtuvo el reconocimiento mediático que hoy rodea a proyectos patrocinados por grandes marcas. El año 2000, el esloveno Davo Karnicar descendió desde la cima del Everest con esquís, pero utilizando oxígeno.
“Una auténtica colcha de retazos”
El veterano alpinista fue más allá y cuestionó el papel de la marca patrocinadora: “Red Bull se ha pasado de la raya. Han cosido una auténtica colcha de retazos. Si alguien sube la montaña con un despliegue gigantesco, rodeado de sherpas que hacen todo, y luego desciende -incluso con vivacs intermedios-, está muy bien, pero eso no tiene nada que ver con el alpinismo de élite”. Además, añadió que el uso de drones “facilita muchísimo la toma de decisiones”, algo impensable en su época: “Si ir a la izquierda o a la derecha”.
“Eso sí que fue una hazaña brillante”
A pesar de sus críticas, Kammerlander reconoció el mérito del polaco en otra montaña mítica: “El descenso del K2 en 2018 sí que fue una hazaña brillante. Pero que ahora se preste a una operación de marketing así, me sorprende un poco”, apuntó. Bargiel logró su descenso completo del Everest en su tercer intento, tras los fallidos de 2019 y 2022, y atravesó la peligrosa Cascada de Hielo del Khumbu asistido por su hermano Bartek, que manejaba el dron de seguimiento.
“Los récords del Everest son puro alpinismo de carnaval”
Kammerlander también criticó el rumbo actual del himalayismo mediático: “Las carreras de récords en el Everest son puro alpinismo de carnaval. Si esto sigue así, llegará el día en que un sherpa suba hasta con un bebé. Todo lo demás ya lo han hecho”, ironizó.
Tampoco ahorró críticas a las expediciones exprés con la utilización de usar el gas xenón para aclimatarse a la altura antes de una expedición. “Aclimatarse en casa, volar cuando hay ventana de buen tiempo. Suben en helicóptero lo más alto posible. Oxígeno a tope. Sí, estuvieron arriba, pero no pueden decir que escalaron el Everest. Solo quien renuncia al oxígeno suplementario puede decir que verdaderamente ha escalado la montaña. Eso sí es alpinismo de altura”.
“Un negocio millonario”
Para el tirolés, el Everest se ha convertido en un parque temático del dinero: “Es un negocio millonario. Las tarifas más altas atraen a gente aún menos preparada. Con la mitad de personas ya sería tres veces demasiado. En nuestra época, solo se concedía un permiso de expedición por ruta. Eso sí que era una expedición”.
Hans Kammerlander, aún activo a los 68 años, reafirma un vínculo con la montaña íntimo y personal, lejos del ruido mediático del ochomilismo actual. Su mensaje interpela de verdad. Más que quién fue el primero, importa cómo y para qué se sube. En suma, menos espectáculo y más sentido. Al final, la montaña no necesita titulares, sino respeto.
Hans Kammerlander (1956, Ahornach, Tirol del Sur, Italia)
Alpinista y esquiador extremo, una de las figuras más influyentes del himalayismo moderno. Compañero habitual de Reinhold Messner en los años ochenta, juntos alcanzaron la cima de varios ochomiles sin oxígeno, entre ellos el Cho Oyu, el Gasherbrum II, el Broad Peak y el Lhotse. Ascendió 13 de los 14 ochomiles y solo le quedó pendiente el Manaslu, cunado dio por cerrada su trayectoria en el ochomilismo.
En 1996 firmó el primer descenso en esquís del Everest sin oxígeno, completando ascenso y bajada en menos de 24 horas. Intentó también esquiar desde la cima del K2, pero renunció tras presenciar la caída mortal de un alpinista coreano.
Con innumerables ascensiones en los Alpes y el Himalaya, su carrera combina técnica, resistencia y una ética alpina rigurosa. Tras un grave accidente en 2001, orientó su vida hacia la enseñanza, la escritura y la reflexión sobre el sentido profundo del alpinismo.



