El 20 de junio de 2025, Vivian Bruchez, 38 años, se calzó los esquís por última vez en su proyecto de vida. Ascendió la Punta Margarita (4.065 m), en la vertiente italiana de las Grandes Jorasses, y selló así una hazaña sin precedentes. El esquiador extremo descendió con esquís las 82 cumbres de más de 4.000 metros de los Alpes. Nadie antes lo había logrado. Ni siquiera se había intentado seriamente. Bruchez ha abierto un camino tan técnico como filosófico. Un descenso que es también una declaración de amor por la montaña.

El hombre que esquiaba cumbres imposibles
Nacido en Chamonix Mont-Blanc en 1986, Vivian Bruchez creció con los esquís puestos. Sus padres, instructores de esquí, le contagiaron la pasión por deslizarse sobre la nieve desde los tres años. A los 21 ya era profesor. Luego compitió, exploró, y en 2010 se convirtió en guía de alta montaña. Pero su corazón siempre latía en otra dirección: la búsqueda de líneas nuevas, de lo inexplorado, de la belleza vertical.
Su vida ha estado dedicada a encontrar poesía en las pendientes imposibles. Y su gran obra, como él mismo la ha definido, es este proyecto monumental que le ha llevado más de dos décadas: “He puesto todo mi corazón, todo mi cuerpo, toda mi energía en este gran proyecto de los #4000desalpesaski.”

Ética y compromiso
A lo largo de 21 años, Bruchez ha esquiado más de 100 líneas en cumbres alpinas, firmando 22 nuevas rutas y 4 cumbres que jamás habían visto huellas de esquís. Pero no se trata solo de récords técnicos. La ética lo guía tanto como el instinto: “Aunque no era posible salir desde la cima con los esquís puestos, me importaba mucho ascender cada cumbre y calzarme los esquís lo más cerca posible. Por ética, por respeto, por belleza… Y porque en cada cima encontré un alma, una historia.”
Desde la Dent du Géant hasta las Aiguilles du Diable, hay cumbres que le obligaron a combinar esquí y alpinismo puro. Con nieve precaria, pendientes extremas y condiciones cambiantes, cada línea fue una batalla contra la incertidumbre. “Hubo lesiones, hubo miedo, hubo cumbres que jamás habían visto a un esquiador.”
Una gesta colectiva
El proyecto nació de forma íntima, pero pronto se hizo colectivo. “Mis esquís fueron mis herramientas de expresión”, afirma Bruchez, “y mis compañeros de cordada, el alma del viaje.” En su último ascenso le acompañó el guía y amigo Mathieu Navillod, y en otras etapas colaboraron nombres como Gilles Sierro o Boris Langenstein.
También estuvieron presentes realizadores como Thomas Guerrin y Cédric Aubert, quienes documentan este viaje con la intención de compartirlo con el mundo. Porque no se trata solo de logros deportivos, sino de legado, transmisión, conexión.

Una nueva lectura del esquí-alpinismo
Esta hazaña permite una lectura más amplia del alpinismo moderno. Si Kilian Jornet maravilló al mundo en 2015 al ascender los 82 cuatromiles en solo 19 días (un récord espectacular en clave de velocidad y sostenibilidad), Vivian Bruchez ha llevado el esquí de montaña a una dimensión ética y estética completamente nueva.
Ambos comparten una historia que se cruza, ya que fue precisamente con Jornet con quien Bruchez firmó en 2012 su primera apertura en esquí. En concreto, el espolón Migot de la Aiguille du Chardonnet. Una línea simbólica, un punto de partida para dos trayectorias distintas pero igualmente inspiradoras.
Sueño personal
“Los dos últimos años han sido los más duros”, confesaba Vivian tras completar la última cima. “Tuve que enfrentar muchas incertidumbres, dolores, momentos en los que me sentí muy vulnerable allá arriba. Pero mis esquís siempre me devolvieron a casa.”
Y esa es, probablemente, la verdadera dimensión de esta historia: un proyecto deportivo construido con constancia, técnica y compromiso durante más de dos décadas. Lejos de buscar récords o reconocimientos rápidos, Vivian Bruchez ha llevado el esquí de montaña a otro nivel, demostrando que es posible combinar exploración, apertura de nuevas rutas y respeto por el entorno. Con más de 100 líneas esquiadas, 22 rutas inéditas y 4 cimas jamás descendidas antes con esquís, su logro marca un hito en el alpinismo moderno y deja un legado que trasciende el desafío personal.