La mayoría de los peregrinos mira al Camino de Santiago pensando en la Catedral como su último destino, pero la realidad es que existe otra ruta adicional que pocos se atreven a hacer.
El Camino de Santiago es mundialmente conocido por ser la ruta que acumula ya a más de medio millón de peregrinos al año con el objetivo de llegar a Santiago de Compostela y su catedral. Un viaje que pone a prueba cuerpo y mente y del que nacen mil y una historias gracias a la convivencia con otros peregrinos.

Más allá de la Catedral
Lo habitual, al enfocarlo, es pensar en los diferentes puntos de partida. Por eso existen variantes tales como el Camino Primitivo, el Camino Francés o incluso el Camino Inglés. De hecho, cuando se consultan agencias para organizar este viaje y hacerlo algo más sencillo, siempre se organiza para acabar en Santiago. La mayoría concluye en la Plaza do Obradoiro, ante la catedral, convencida de haber alcanzado la meta. Pero existe un paso más. ¿Y si el verdadero final estuviera más allá? ¿Y si quedara un último sendero hacia el horizonte, un trayecto que te lleva literalmente al “fin del mundo”?

Finisterre, el «fin del mundo» en España
Unos 90 km de recorrido separan a Santiago de Fisterra, otro trayecto adicional que muchos peregrinos descartan por llegar cansados a la catedral, pero que también otros muchos se animan a hacer para poner el brocho de oro a una experiencia única. Generalmente se organiza en unas cuatro etapas que, además, están repletas de paisajes de lo más variados y, en ocasiones, sobrecogedores.
Aldeas rurales, bosques, costa… Lo mejor de esta otra ruta es que muestra la otra parte de Gailicia, la más tranquila y con menos turistas. Su punto final está en el faro que corona Fisterra, dejando a su vez una impactante estampa panorámica que antaño se consideraba el fin del mundo tal y como se conocía.
Consejos y recomendaciones
- Época ideal: primavera y otoño (clima amable y menor saturación).
- Verano: radiación alta en tramos abiertos. Invierno: probables nieblas y viento fuerte en costa.
- Equipo recomendado: botas o zapatillas de trekking ya domadas, capa impermeable ligera, capa térmica, protección solar, 1,5–2 L de agua + sales, comida energética, bastones si los usas, frontal si arrancas temprano, credencial para sellos.
- Precauciones: firme resbaladizo tras lluvia (barro), atención en cruces de carreteras locales, ráfagas en el faro.
En el cierre de Finisterre: no quemar prendas ni hacer fuego (impacto ambiental y sanciones). Mejor una piedra simbólica o un pensamiento escrito.
Finis Terrae y el sol poniente
Fisterra toma su nombre del célebre cabo Finis Terrae (“fin de la tierra”), que para los romanos marcaba el extremo del mundo conocido, de ahí su fama de “fin del mundo”. ¿Por qué se le consideraba así? Para entenderlo, hay que remontarse varios siglos atrás, cuando los pueblos celtas que habitaban la Península Ibérica sustentaban sus creencias en los ciclos solares: para ellos, el viaje diario del sol hacia el oeste simbolizaba el tránsito de las almas al más allá.

Curiosamente, en Fisterra se puede observar la puesta del sol en el océano con total claridad. Y eso, para nuestros antepasados, era una despedida hacia sus seres queridos, un lugar donde recordarlos e incluso celebrar su recuerdo. La tradición que, con el paso de los años, se acabó vinculando también al culto al Apóstol Santiago, dado que, según las leyendas, muchos de sus discípulos buscaron sus restos cerca del lugar, en Duio.
De la Edad Media a su resurgir actual
Ya en el siglo XII se hablaba de caminantes por la región y hay relatos que datan del siglo XIV, el siglo XV y el siglo XVI en los que se habla de la peregrinación hacia el fin del mundo. Su antigüedad y relevancia son más que patentes, pero su popularidad está empezando a resurgir ahora, cuando los peregrinos están descubriendo que hay algo más allà de Santiago y que la Costa da Morte, con su puesta de sol, puede ser el gran broche de oro de su viaje. Un epílogo en toda regla para una experiencia espiritual, solidaria y exigente.
Finisterre: epílogo al “fin del mundo”
La mayoría cierra el Camino en la Catedral… pero quien alarga la senda hasta el Faro de Fisterra descubre un final más íntimo: cuatro jornadas que enlazan aldeas, carballeiras y, por fin, océano. Es un broche simbólico y potente: el horizonte abierto, el viento atlántico y la sensación de haber llegado “más allá”.
Descripción por tramos
Tramo 1 — Santiago → Negreira (≈20–21 km): salida desde la Praza do Obradoiro; se deja la ciudad entre carballeiras y aldeas hasta la joya medieval de Ponte Maceira sobre el río Tambre, con ascenso sostenido por Aguapesada / Alto do Mar de Ovellas y llegada a Negreira con el Pazo do Cotón como postal, en terreno ondulado de clásico “rompepiernas” gallego.
Tramo 2 — Negreira → Olveiroa (≈30–33 km): etapa reina, larga, rural y silenciosa; senda entre robledales, pinares y eucaliptos, salpicada de hórreos y cruceiros, con ganancia de cota progresiva y ambiente muy peregrino hasta Olveiroa, final idóneo para reponer.
Tramo 3 — Olveiroa → Cee / Corcubión (≈26–32 km): tras Hospital llega la bifurcación (Fisterra a la izquierda, Muxía a la derecha); al rumbo de Fisterra aparecen los primeros balcones al Atlántico y un descenso acusado hacia Cee/Corcubión, en jornada panorámica y emotiva donde el mar ya guía los pasos.
Tramo 4 — Cee / Corcubión → Fisterra + Faro (≈12–15 km + 3 km): tramo cómodo junto a la praia da Langosteira hasta el casco de Fisterra; la tradición manda rematar en el faro (≈3 km adicionales, ida y vuelta) ante el hito del km 0 y una puesta de sol que cierra el viaje por todo lo alto.



