Alex Honnold, 40 años, el escalador que convirtió el free solo –solo integral (*)- en un fenómeno global tras su ascenso a El Capitán, puso fecha a su desafío más mediático y, a la vez, más extraño para su propio currículo. El viernes 23 de enero de 2026 intentará escalar sin cuerda el Taipei 101, un rascacielos de 508 metros y 101 plantas en Taipéi, Taiwán, con una transmisión en vivo de Netflix dentro de un especial de dos horas titulado Skyscraper Live. El anunció del proyecto se hizo en el mes de octubre por parte de la cadena de streaming.
El salto definitivo a la primera línea mediática llegó con el Óscar de Free Solo, el documental de su ascenso integral a El Capitán. Desde entonces, Honnold pasó de ser una referencia del mundo de la escalada a un deportista global.
La apuesta es doble. Por un lado, Honnold traslada su precisión milimétrica del granito a un escenario urbano vertical, repetitivo y expuesto al viento. Por otro, Netflix vuelve a tensar su músculo de eventos en directo con un formato que, en escalada, no admite segundas tomas ni montaje salvador.

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El rascacielos Taipei como pared
El Taipei 101 no se escala como una gran pared clásica. Su arquitectura está segmentada en ocho bloques apilados, una estructura con significado local, ya que el número ocho se asocia a la buena fortuna en Taiwán. Esa geometría, que a nivel urbano crea un perfil inconfundible, en “modo escalada” sugiere una lectura casi de vía por largos con repisa de descanso entre secciones y un patrón de movimientos que se repite hasta la saciedad.
En el magazine digital, Tudum, de Netflix, el propio Honnold lo resume así. “Buildings are steeper than most rock faces” (los edificios son más verticales que la mayoría de paredes de roca), subrayando que aquí la verticalidad es sostenida y el esfuerzo, más monótono. Hay un punto especialmente delicado, el tramo que él llama “bamboo boxes”, un segmento central asociado a secciones con ligero desplome y una fatiga acumulada que no se gestiona con técnica brillante sino con economía y resistencia.
La fecha está marcada y el reloj también
La cita es el 23 de enero y Netflix la ha programado como arranque de año para su catálogo de directos. En el anuncio y la comunicación posterior se ha insistido en el carácter global del evento y en su vocación de espectáculo sin filtro. Honnold, por su parte, lo presentó con una mezcla de ambición y autopromoción en sus redes, con un mensaje que resume bien el tono del proyecto. “El 23 de enero estaré libre en Taipei 101 en Taiwán. Ha sido mi objetivo desde hace mucho tiempo y será la escalada urbana más ambiciosa que he intentado”.
De National Geographic a Netflix, una obsesión
Lo llamativo no es solo la altura. Es que la idea lleva años en la cabeza del escalador. Según ha explicado, el gran freno siempre fue el mismo, conseguir permiso. En la entrevista publicada en Tudum, lo dice sin rodeos y con lógica de oportunidad única. “It’s really hard to get permission to climb a building and I have permission, I have to take advantage of it” (es muy difícil conseguir permiso para escalar un edificio y, si lo tengo, debo aprovecharlo).
El precedente del rascacielos Jersey City
Honnold ya coqueteó con el buildering a gran escala. En 2018, en plena promoción de Free Solo, intentó subir un rascacielos residencial en Jersey City y acabó deteniéndose alrededor de la planta 24, en un episodio que mezcló logística, clima húmedo y la incomodidad de trepar junto a ventanas con gente dentro. Ese precedente explica dos cosas del Taipei 101. La primera, que el reto urbano no es un capricho improvisado. La segunda, que aquí se ha intentado blindar lo que entonces quedó a medias, con un marco legal y una producción pensada para el directo global.
Alain Robert, el espejo y diferencia clave
Si hay un nombre asociado a rascacielos es Alain Robert, el “Spiderman francés”. Robert escaló el Taipei 101 en 2004 dentro de un contexto oficial y festivo, ya que se buscaba dar promoción al rascacielos. Robert ascendió con cuerda superior por exigencia de las autoridades, y por tanto no comparable en estilo que utilizara Honnold.
Riesgo real y espectáculo en tiempo real
Netflix apuesta porque el deporte se consuma como “evento” y no solo como relato posterior. La escalada, incluso la filmada, suele permitir narrativa y contexto. El directo, en cambio, obliga a convivir con la incertidumbre durante dos horas, y eso convierte cada pausa, cada reajuste de pies, en un silencio con peso específico.
Honnold lo asume desde una perspectiva casi pragmática, diferenciando el hecho de estar siendo observado del reto en sí. En la revista Outside lo expresó con claridad al hablar de millones mirando y un único criterio de concentración. “My life is on the line—I don’t really care who’s watching” (me juego la vida, no me importa quién esté mirando).
No dudamos de que el desafío tendrá una audiencia millonaria, pero este reto legal y televisado vuelve a colocar sobre la mesa un triángulo incómodo de difícil encaje. Riesgo al límite, espectáculo y ética. El salto cualitativo no está solo en la altura del Taipei 101, sino en convertir el solo integral en entretenimiento en tiempo real, con el abismo como cláusula del contrato. La épica siempre ha vivido en la pared y en la cabeza del escalador.
La pregunta es si, a partir de ahora, la épica del solo integral también tendrá que medirse en audiencias, con el directo dictando el pulso del espectáculo.
(*) El free solo o solo integral es escalar una pared sin cuerda, sin arnés y sin ningún sistema de aseguramiento, confiando únicamente en la fuerza, la técnica y la cabeza. En esta modalidad, un error no se corrige, se paga caro. Por eso está considerada la expresión más extrema y peligrosa de la escalada. A menudo se confunde con la escalada libre (free climbing), pero no es lo mismo. En la escalada libre se progresa usando solo manos y pies, pero la cuerda y las protecciones están ahí para detener una caída.



