El alpinista vasco Alex Txikon, desplazado a Katmandú para preparar un trekking y escalar, se ha visto sorprendido por el estallido social que sacude la capital de Nepal. Se trata de una de las peores crisis de su historia reciente, con una juventud que ha perdido el miedo y una élite política contra las cuerdas. En conversación con Turiski, Txikon describió un ambiente caótico, marcado por una revuelta sin precedentes que ha llevado a varios países, a través de sus embajadas, a recomendar a los montañeros y a los turistas de trekking que permanecen en rutas de montaña se abstengan, por ahora, de regresar a Katmandú.
Alex Txikon, aún impactado por lo vivido en Katmandú, relató a Turiski que el asalto al Parlamento fue protagonizado por “estudiantes, muchísimos adolescentes, que se encaramaron al muro del Parlamento. La policía abrió fuego y mató a unos veinte chavales, algunos de apenas 14 o 15 años, con el uniforme escolar puesto. Lo vimos con nuestros propios ojos y también en las imágenes que nos iban llegando. Katmandú está completamente cerrado, hay enfrentamientos por todas partes. Lo de ayer fue muy duro. Mataron a 19 jóvenes. Nosotros no somos de este país, pero creo que al menos debemos ser testigos para que se sepa lo que está sucediendo aquí. Nepal es un país maravilloso, y duele verlo así.”
Txikon permanece en Katmandú a la espera de que reabra el aeropuerto internacional para poder regresar a Bilbao. El montañero de Lemoa es muy conocido por sus ascensiones invernales a montañas de más de ocho mil metros, entre las que destacan la primera invernal al Manaslu (8.163 m) en 2023 y al Nanga Parbat (8.126 m) en 2016.
El inicio de la revuelta
Las movilizaciones comenzaron tras la decisión del gobierno de bloquear 26 plataformas digitales, entre ellas Facebook, Instagram, WhatsApp y X, con el objetivo de silenciar la contestación juvenil. La medida, adoptada el jueves pasado, encendió aún más los ánimos. El lunes la policía respondió con dureza a las manifestaciones masivas, dejando un saldo inicial de 19 muertos y más de 100 heridos. La reacción fue inmediata y los manifestantes incendiaron el Parlamento y varias residencias de altos dirigentes, incluida la del primer ministro Khadga Prasad Sharma Oli, que finalmente dimitió. Sin embargo, su salida no ha detenido la escalada de violencia.
Una ola de violencia en la capital
Durante la jornada de hoy, las llamas han consumido símbolos del poder político. La residencia privada de Oli y las viviendas de otros ex primeros ministros fueron atacadas. En uno de los episodios más trágicos, Rajyalaxmi Chitrakar, esposa del ex primer ministro Jhalanath Khanal, falleció quemada tras el asalto a su domicilio.
En paralelo, la crisis política se profundiza. Tres ministros —Interior, Agricultura y Suministro de Agua— han renunciado en menos de 24 horas, mientras veinte diputados del Rastriya Swatantra Party han presentado su dimisión en bloque, alegando que el Parlamento “ha perdido legitimidad” y proponiendo un gobierno civil interino. Diversas organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Naciones Unidas piden una investigación independiente y el fin de la violencia.
El grito de la generación Z
La revuelta no se limita al rechazo de la censura digital. Es el estallido de una generación que ha acumulado frustración durante décadas. Miles de jóvenes, educados y conectados digitalmente, han tomado las calles no solo para exigir una explicación sobre el destino de sus impuestos, sino también para reclamar un cambio drástico en la gestión pública, la transparencia y el fin del nepotismo.
Este descontento estaba fermentando desde hace tiempo y se radicalizó con el bloqueo gubernamental de 26 redes sociales —entre ellas Facebook, Instagram, WhatsApp y X—, una medida considerada por muchos como un ataque a la libertad de expresión. Esa censura, sin embargo, solo encendió la chispa de una emergencia latente.
Lo que comenzó como una protesta espontánea en TikTok, con hashtags como #NepoKids y #Nepobaby, que denunciaban a los hijos de políticos viviendo con privilegios gracias a la corrupción, se trasvasó a las calles. Así, el movimiento trascendió lo digital. Los jóvenes marcharon hacia el Parlamento en Katmandú, derribaron barricadas, prendieron fuego a edificios oficiales y exigieron reformas profundas, no solo el fin de la censura.
Este levantamiento ha sido descrito como una de las crisis más graves en la historia reciente de Nepal, impulsada por frustración ante la desigualdad, la falta de oportunidades laborales y una élite política desconectada del sentir popular. El caos se ha extendido por toda Katmandú. El aeropuerto internacional permanece cerrado, las redes sociales han sido restablecidas demasiado tarde y la represión ha dejado ya al menos 25 muertos y más de 300 heridos.



