La ruta Besalú–Oix–Beget–Camprodon-Besalú es un exigente recorrido circular de carretera, con salida y llegada en Besalú. Propone 104 kilómetros y 1.623 metros de desnivel positivo. El itinerario de cicloturismo transita por las abruptas soledades de la Garrotxa y los valles luminosos del Ripollès. Es un itinerario para piernas entrenadas y ojos atentos. No se recomienda en invierno. El frío aprieta en estas montañas y el hielo sobre el asfalto, o incluso la nieve, pueden aparecer sin previo aviso.

Ficha técnica de la ruta | |||
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Tipo de ruta Circular (Carretera) |
Distancia 104 km |
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Desnivel + 1.623 m |
Desnivel – 1.623 m |
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Altitud máxima 1.022 m |
Altitud mínima 122 m |
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Dificultad Alta |
Tiempo estimado 4 h 20 min |
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Punto de inicio Besalú |
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Track GPS
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Salida en frío y promesas de montaña
Salí desde el parking de Besalú (N 42.198541, E 2.702870), con la carretera N‑260 frente a mí y el sol apenas desperezándose tras las montañas. El aire era fresco y denso. Prometía una jornada larga, exigente, de esas que te vacían y te llenan a partes iguales. Por delante, 104 kilómetros y más de 1.600 metros de desnivel positivo. Por dentro, una mezcla de respeto y hambre por lo que vendría.
Primer tramo: hacia la Garrotxa profunda
Los primeros catorce kilómetros por la N‑260 son una invitación amable. Una recta elegante entre campos y bosques me conduce hasta Castellfollit de la Roca. Allí abandono la nacional en dirección a Oix. Se acabó la comodidad. Me adentro en los tranquilos valles de la alta Garrotxa, donde el asfalto se retuerce entre bosques húmedos, desniveles tozudos y una belleza sin artificios.
Camporiol y Pera: el esfuerzo comienza
El primer puerto en saludar es Camporiol, con 7 km de pendiente constante al 4 %. Un aperitivo en el que las piernas despiertan del todo. Después llega el puerto de Pera, más corto pero más fiero: 4 km al 8,7 %. Una subida sin tregua. Cada curva parece preguntarte si estás preparado para lo que sigue.

Beget, pausa en el tiempo
Y sigue. Vaya si sigue. El puerto de la Boixeda, con 12 km al 4,9 %, se presenta como un viejo sabio que no necesita gritar para imponerse. Pero antes de afrontarlo, el camino me regala una pausa mágica: Beget.
Beget no es solo un pueblo. Es un poema de piedra suspendido en el tiempo. Casas de tejado rojizo, callejuelas estrechas, un puente medieval que parece flotar sobre el río. Me detengo. No hay prisa. Me como una barrita junto al agua. Respiro hondo. En Beget, el tiempo va a otro ritmo. Y yo también.
Subida a la Boixeda y descenso liberador
La Boixeda me espera sin estridencias. La enfrento con ese respeto que se le tiene a las cosas grandes. La subida se hace notar. Pero el paisaje compensa: hay algo íntimo y salvaje en esos bosques cerrados, en esa soledad sonora. Cuando finalmente corono, la recompensa llega en forma de descenso largo hacia Camprodon. Las piernas giran ligeras. La cabeza empieza a saborear lo vivido.

Últimos valles, regreso a la civilización
Paso rápido por Sant Pau de Segúries y me desvío hacia el Coll de Capsacosta (870 m). Casi todo es bajada, salvo un primer kilómetro con algo de picante. Ya en Sant Salvador de Bianya, la ruta me devuelve a la N‑260. El tráfico pone un punto de realidad al viaje. Pero a estas alturas, el cuerpo va cansado y el alma, llena.
Aún hago una última parada en Castellfollit de la Roca. El mirador basáltico es brutal: una pared negra que se alza sobre el vacío, con vistas que cortan la respiración. Desde ahí, solo quedan unos pocos kilómetros hasta Besalú. El círculo se cierra.
He pedaleado entre dos comarcas que son como dos caras de una misma moneda: la Garrotxa, salvaje, cerrada, íntima. El Ripollès, abierto, luminoso, de valles generosos. Me llevo el sudor, el cansancio y una colección de paisajes que ya forman parte de mí.