La evolución del esquí de montaña para entrar en el proograma de los Juegos Olímpicos de Invierno ha traído cambios profundos en el formato de competición. El auge de especialidades como el sprint y los relevos mixtos, diseñados para circuitos cerrados y más televisivos, ha relegado y en ocasiones «descafeinado» las pruebas tradicionales de larga distancia y desniveles pronunciados a un segundo plano. Un giro que no ha pasado desapercibido para algunos veteranos del deporte, como William Bon Mardion, que decidió expresar su descontento de una forma inusual: quedándose inmóvil en la línea de salida.
Su gesto en la Copa del Mundo de Andorra no fue fruto de la improvisación. El francés, con más de 20 años en la élite del skimo, no se ha caracterizado nunca por buscar protagonismo ni generar polémicas. No obstante, esta vez sintió la necesidad de alzar la voz. Su protesta no iba contra la organización del evento ni contra sus rivales, sino contra un modelo de competición que, a su juicio, está alejando el esquí de montaña de su esencia.
Bon Mardion pone sobre la mesa un debate incómodo pero necesario. La modernización del skimo es inevitable, pero ¿se está sacrificando su identidad en el proceso? ¿Dónde queda la épica de los grandes desniveles, los ascensos interminables y la lucha contra el terreno agreste? Quizás si Kilian Jornet siguiera en activo, su voz también se sumaría a la de Bon Mardion. Sin embargo, lo cierto es que pocos se atreven a desafiar abiertamente el rumbo que ha tomado la disciplina.
Damos visibilidad a las palabras del veterano esquiador francés porque su mensaje, aunque haya pasado bastante desapercibido, merece ser escuchado. No se trata de frenar el progreso, sino de evitar que el esquí de montaña pierda su alma en el camino.
Bon Mardion: «Nunca imaginé boicotear una carrera de esquí de montaña»
Me ha llevado un tiempo tomar distancia antes de comunicar mi decisión de quedarme inmóvil en la línea de salida el pasado sábado y, finalmente, no participar en la prueba. Nunca hubiera imaginado hacer algo así en mi carrera: negarme a competir en una carrera de esquí de montaña. Rechazar correr hasta el punto de boicotear una prueba en este circuito que tanto aprecio y que he recorrido durante más de 20 años con el mismo placer, la misma pasión y el mismo amor. Y de eso se trata, de amor, y únicamente de amor por este deporte. Un amor incondicional por una disciplina que tanto me ha dado, que me ha hecho soñar desde niño y que sigue emocionándome a mis más de 40 años.
«Mi gesto no iba contra Andorra, sino contra lo que está pasando con nuestro deporte»
Aun cuando fue un acto meditado y premeditado desde el día anterior, me afectó profundamente, tanto moral como deportivamente, porque no encaja con mi personalidad. Nunca he buscado la atención, prefiero permanecer en la sombra de las cumbres nevadas, pero esta vez no podía esconderme más. Mi gesto no iba dirigido contra esta etapa en Andorra, una cita que aprecio, un terreno que me gusta y personas a las que respeto.
«¿Qué valores podemos transmitir con carreras que no respetan nuestra disciplina?»
Siempre, como atleta, me he ajustado a los recorridos, a las reglas, a los organizadores y, por supuesto, a las exigencias de nuestro deporte. Lo he hecho porque estoy profundamente apasionado por él, porque amo lo que representa, los valores que transmite y el significado que ha dado a mi vida. La exigencia de nuestra disciplina también radica en los valores que debemos llevar dentro y en la forma en que los compartimos, ya sea de manera individual o en equipo. Creo que fue precisamente esto lo que me llevó a tomar la decisión. Algo me alertó, algo se rompió, y esa mañana, nada tenía sentido. ¿Qué valores podemos transmitir con carreras que no respetan ni nuestra disciplina, ni nuestra historia, ni a los atletas que la conforman?
¿Qué vamos a dejar a las generaciones futuras con un formato de competición tan alejado del significado y los valores de nuestra disciplina?
