Cóndores, compromiso y escalada limpia: los hermanos Pou firman “Kuntur” en los Andes peruanos

En el corazón de los Andes peruanos, en la imponente y poco transitada Cordillera del Huayhuash, los hermanos Pou han sumado una nueva apertura a su extenso historial de escaladas comprometidas. En esta cordillera vecina de la conocida Cordillera Blanca, han trazado KUNTUR, una vía alpina de 1.575 metros que asciende hasta la cima del Jurau A (5.520 m), y que destaca por su dificultad, limpieza de estilo y el entorno salvaje en el que se desarrolla.

“Kuntur” significa cóndor en quechua, y no es un nombre escogido al azar. Durante buena parte de la ascensión, cuatro cóndores les sobrevolaron majestuosos, como si custodiaran ese gesto humano tan pequeño y a la vez tan simbólico: el de trazar un nuevo camino en vertical. “Independientemente  del esqfuerzo y dificultad, lo que más nos ha marcado, sin duda, ha sido esta grandiosa expresión de la naturaleza, que en siete temporadas en la Cordillera Blanca todavía no habíamos tenido el gusto de vivir. Ha sido algo sensacional, poder compartir la escalada con los cóndores, algo tan difícil de ver”, confiesan los Pou con emoción. Palabras que revelan el espíritu con el que han vuelto a la montaña tras semanas complicadas.

Apertura exigente y sin artificios

La vía se ha realizado en tres días de actividad, bajo los principios del estilo alpino y la escalada libre, con la ruta completamente limpia. Solo material flotante y sin dejar nada fijo. Una apuesta por la ética más pura de la montaña. Las cifras hablan por sí solas: 1.575 metros de recorrido, dificultades de 6c en roca, 70º en nieve y hasta M5 en escalada mixta. Y todo ello, cargando el equipo de vivac y la comida para tres jornadas.

“No hemos dejado nada de material emplazado, con lo que es una escalada bastante seria. Los largos clave, aunque no tienen una dificultad extrema, son bastante expuestos porque son difíciles de proteger y no permiten caídas”, explican, remarcando la seriedad técnica y logística del itinerario. Una vía pensada para quienes buscan una experiencia integral, similar a la mítica La Esfinge de la Cordillera Blanca, pero con un plus de altitud, exposición y remate en terreno mixto.

Vivacs colgados y agotamiento físico

El primer vivac lo realizaron a 5.000 metros en una pequeña repisa, tras más de doce horas de actividad. El segundo, tras alcanzar la cumbre con las últimas luces del día, lo vivieron a 5.250 metros, ya en pleno descenso nocturno. “Necesitábamos descansar. La jornada había sido maratoniana con casi 13 horas de actividad, a las que habría que sumar las 12 del día anterior y las casi 5 del primero”. El tercer día, exhaustos, se centraron en buscar la ruta de bajada, que no encontraron hasta siete horas más tarde, cuando por fin pisaron el campo base.

Escalar con heridas en el alma

Pero más allá del desgaste físico, los Pou reconocen que el reto mayor ha sido superar el peso emocional con el que cargaban al inicio de la expedición. “Lo peor no ha resultado la propia escalada, lo más difícil ha sido superar mentalmente lo que ha supuesto el accidente mortal de los tres chicos que tratamos de rescatar en el Artesonraju y que no fue posible hasta casi veinte días más tarde…”. A eso se sumó la pérdida de hasta ocho compañeros de montaña en apenas dos semanas y media, en distintos accidentes ocurridos en cadenas montañosas de todo el mundo.

Durante días, dudaron si seguir adelante. No encontraban la energía ni las ganas de enfrentarse a un reto tan exigente. “Estuvimos a punto de no lograrlo”. Pero finalmente lo hicieron. Alcanzaron la cumbre y, con ella, se deshicieron del lastre anímico que arrastraban. “Cuando hemos logrado la apertura en el Jurau A, nos hemos quitado un gran peso de encima”.

Más que escaladores, montañeros comprometidos

La historia de los Pou en Perú va más allá de las vías abiertas o de los grados superados. Año tras año regresan a este país porque, como ellos mismos dicen, se sienten queridos, no solo por lo que dejan en forma de rutas, sino por su implicación en el colectivo montañero local. No dudan en abandonar sus proyectos para sumarse a rescates, aunque el coste emocional sea devastador. “A pesar de todo el sufrimiento que estamos contando, lo seguiremos haciendo, porque es parte de la obligación de un montañero”.

Esa forma de estar en la montaña, donde la ética, la humanidad y la belleza van de la mano, es lo que hace que cada una de sus expediciones resuene más allá del ámbito deportivo. KUNTUR no es solo una gran vía en roca, nieve y hielo. Es también un homenaje a la vida, a los amigos caídos, a la naturaleza salvaje de los Andes y al espíritu solidario que siempre debería guiar a quienes se mueven en las alturas. 

Como decía el inolvidable Iñaki Otxoa de Olza (1967-2008), cuyo recuerdo sigue vivo en quienes lo conocieron: «Ha sido “Pura Vida”.