No buscaba récords. Ni portadas. Tampoco pretendía reescribir la historia del alpinismo con gestas épicas. Pero sí quería cambiar algo: la vida de los demás. Tal vez por eso su muerte duele más. Alex Pancoe, alpinista estadounidense de 39 años, falleció hace dos días en el campo 2 del Makalu, a 6.600 metros de altitud, tras perder el conocimiento al regresar de una jornada rutinaria de aclimatación. Murió mientras se acomodaba en su saco de dormir, como si su cuerpo, de pronto, hubiera decidido que era hora de un descanso definitivo. Según las primeras informaciones, fue un paro cardíaco fulminante.
Pancoe compartía tienda de campaña con el líder de la expedición, Terray Sylvester, guía del equipo de Madison Mountaineering. Ambos acababan de cenar y conversaban tranquilamente mientras se preparaban para dormir, cuando, de forma súbita, Alex se desvaneció. La noche, hasta entonces tranquila, se convirtió en una batalla contrarreloj que ni la experiencia ni los intentos desesperados de reanimación pudieron ganar.
Pancoe había llegado a la montaña con una mochila cargada de propósito: escalar la quinta cima más alta del planeta (8.463 m) para recaudar exactamente 27.838 dólares -un dólar por cada pie de altura- destinados al programa de cáncer de sangre pediátrico del Lurie Children’s Hospital de Chicago. No era su primer gesto solidario. Tampoco su primer desafío vital.
Explorer’s Grand Slam: montañas, polos y propósito
Con apenas 19 años, Alex Pancoe fue diagnosticado con un tumor cerebral. Sobrevivió gracias a una compleja operación realizada en ese mismo hospital al que luego dedicaría sus expediciones. Salió con vida, pero también con una nueva brújula vital. La montaña se convirtió en su segundo nacimiento. En 2016 alcanzó su primer gran objetivo: la cima del Kilimanjaro. Aquel fue solo el principio.

En los años siguientes, Alex Pancoe se propuso un desafío mayúsculo: completar el Explorer’s Grand Slam, también conocido como Adventurers Grand Slam, un reto reservado a los aventureros más tenaces que consiste en alcanzar el Polo Norte, el Polo Sur y las Siete Cumbres o Seven Summits, es decir, las montañas más altas de cada uno de los siete continentes: África, Antártida, Asia, Oceanía, Europa, América del Norte y Sudamérica. Lo logró en tan solo tres años, pero más allá de la hazaña física, Pancoe siempre subrayó que lo esencial no era la gesta en sí, sino el propósito que la impulsaba. Así nació su proyecto Peaks of Mind, una iniciativa concebida para transformar el sufrimiento en motor, el
A través de esa iniciativa benéfica, recaudó cerca de un millón de dólares para investigación oncológica infantil, convirtiéndose en uno de los embajadores más activos del Lurie Children’s Hospital. “Mi objetivo no es sólo escalar montañas”, escribió alguna vez. “Es ayudar a otros a encontrar su Everest y marcar una diferencia en el mundo”.
Makalu: un final sereno en medio del desafío
Sin embargo, la vida le tenía preparada una segunda prueba. En 2023 se le diagnosticó leucemia mieloide crónica, una enfermedad que compromete la producción de glóbulos rojos y dificulta la aclimatación a la altitud. Pero lejos de rendirse, Pancoe convirtió esa nueva amenaza en un nuevo reto. Makalu era su nueva meta. Lo explicó con claridad antes de partir hacia el Himalaya: “Ahora, después de casi dos años de tratamiento para manejar esta nueva enfermedad, intentaré escalar el Makalu y recaudar fondos para apoyar la lucha contra el cáncer infantil”.
No hubo accidente. No hubo tormenta. Tampoco errores humanos. Simplemente, su corazón se detuvo en medio de la noche, mientras descansaba tras subir hasta el campamento 3 y regresar al campo 2 como parte de la rotación previa al intento de cima. El equipo de Madison Mountaineering, que organizaba la expedición, intentó reanimarlo durante horas sin éxito. El cuerpo será trasladado a Katmandú en los próximos días.