La montaña de Digervarden, en el corazón helado de Noruega, ha guardado durante más de 1.300 años un testimonio silencioso de la historia humana. Allí, donde el viento corta la respiración y el horizonte se tiñe de blanco la mayor parte del año, el deshielo glacial ha devuelto a la luz dos esquís de la Edad del Hierro. Uno apareció en 2014. El otro, en 2021. Estaban separados por apenas cinco metros, y juntos forman el par prehistórico de esquís mejor conservado jamás encontrado.

No es un simple hallazgo arqueológico. Es un puente entre nosotros y un mundo desaparecido. Es la prueba tangible de que, en pleno invierno escandinavo, hace más de un milenio, los humanos ya surcaban las montañas en busca de alimento o rumbo a otros valles.
“Es un descubrimiento revolucionario”, afirma el arqueólogo Lars Pilø, codirector del proyecto Secrets of the Ice, con base en el Museo de Historia Cultural de Oslo. “No solo demuestra que se esquiaba en alta montaña en condiciones extremas, sino que, gracias a la conservación excepcional de estos esquís, con sus fijaciones incluidas, podemos replicarlos y entender cómo se desplazaban aquellos humanos del pasado”.

El nuevo esquí, hallado en septiembre de 2021 tras siete años de espera, mide 187 cm de largo y 17 cm de ancho. Es de pino y conserva varias fijaciones de abedul trenzado, una correa de cuero y una clavija de madera. Su compañero, encontrado en 2014, es de abedul y ligeramente más corto. Ambos están trabajados artesanalmente, y aunque no son idénticos, todo apunta a que se usaban juntos. Uno muestra signos de reparación: alguien quiso alargar su vida útil.
La zona donde fueron encontrados está muy por encima del límite forestal, lo que hace aún más impresionante su uso en aquel entorno. ¿Cazadores de renos? ¿Viajeros entre valles? ¿Un accidente en la montaña? Nadie lo sabe con certeza. Pero lo que está claro es que esos esquís no fueron abandonados a la ligera.

El hielo que habla
Este descubrimiento no se habría producido sin un aliado inesperado: el cambio climático. El retroceso de los glaciares ha acelerado la aparición de objetos milenarios que yacían sepultados bajo el hielo desde hace siglos. Lo que la erosión no logró destruir, el deshielo lo está liberando.
“Cada año encontramos más flechas, trineos, restos textiles…”, señala Pilø. “Es una paradoja: el calentamiento global nos está ayudando a descubrir cómo enfrentaron nuestros antepasados sus propios cambios climáticos”.

Durante la llamada Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía (535-660 d.C.), la agricultura en las montañas noruegas se volvió inviable. La población respondió intensificando la caza de renos sobre el hielo. La arqueología glacial está revelando estas estrategias de adaptación: flechas perdidas en la nieve, senderos olvidados, y ahora, estos esquís.
Una carrera contra el tiempo
Pero no todo es optimismo. El deshielo es veloz, y los objetos que emergen están en peligro de desaparecer si no se detectan a tiempo. Para encontrarlos, el equipo de Secrets of the Ice combina imágenes satelitales, fotos aéreas y la ayuda de excursionistas y pastores locales.
En el caso del segundo esquí, el rescate fue casi cinematográfico. Tras su avistamiento inicial, una tormenta impidió su extracción. Una semana después, aprovechando una breve ventana de buen tiempo, un equipo subió a la montaña con palas, hornillos de gas y piolets. Tuvieron que derretir el hielo con agua caliente para liberar el esquí sin dañarlo.
“Fue una operación arriesgada. Había más de 30 centímetros de nieve reciente”, relata Pilø. “Pero cuando lo giramos y vimos la fijación… supimos que teníamos el par”.

Una historia sin final
Este descubrimiento es solo un capítulo más en la historia de Digervarden. La zona ha entregado también restos de trineos del siglo XVIII, mojones de piedra que podrían señalar rutas antiguas y múltiples indicios de actividad cinegética. Todo apunta a que la montaña fue un corredor humano más activo de lo que se creía.
¿Quién era el esquiador que perdió su equipo hace 1.300 años? ¿Se accidentó? ¿Aparecerá su cuerpo? ¿O fue simplemente una víctima del olvido, enterrado por una nevada traicionera? Las preguntas siguen abiertas. Y el hielo, aunque se derrita, aún tiene respuestas que darnos. Mientras tanto, los arqueólogos seguirán subiendo a las montañas, no para conquistar cumbres, sino para descifrar secretos.