En enero de 1985, el reconocido montañero argentino Guillermo Vieiro (1941-1985), apodado «el Domador del Aconcagua» (*), emprendió una desafiante expedición al volcán Tupungato, una imponente cumbre de 6.565 metros situada en la cordillera de los Andes, en la frontera entre Argentina y Chile. En aquel momento era presidente del Centro Andino Buenos Aires. Vieiro tenía una trayectoria marcada por la exploración y los desafíos en alta montaña y fue uno de los primeros himalayistas argentinos.
Además de su faceta como expedicionario, era profesor en la Escuela del Centro de Montaña de Tandil, donde transmitía su pasión a nuevas generaciones de andinistas. En esta misión truncada lo acompañaba uno de sus alumnos, Leonardo Rabal, de 20 años.

La mochila de los Andes
Ambos buscaban conquistar el Tupungato por la pared Este, una ruta más hostil y poco explorada, alejándose de la vía tradicional. El 28 de enero de 1985, después de haber logrado la primera ascensión documentada por esa vertiente, perdieron la vida durante el descenso al caer por una de las paredes de la montaña. Sus cuerpos fueron recuperados poco después, pero una mochila quedó sepultada bajo el hielo y la nieve, permaneciendo allí durante cuatro décadas, hasta que un hallazgo casual despertó la posibilidad de recuperarla.
El volcán Tupungato se erige imponente en los Andes Centrales, dominando el horizonte con su silueta majestuosa. Con sus 6.565 metros de altitud, es la cumbre más alta de esta región, superando con creces a sus montañas vecinas. Aunque se encuentra a solo 64 kilómetros al este de Santiago de Chile, su presencia es esquiva desde la ciudad, oculta tras las cadenas montañosas que la rodean.
Considerado un clásico del montañismo andino, el Tupungato es un desafío codiciado por escaladores de todo el mundo. Su primera ascensión registrada data de 1897, cuando el suizo Matthias Zurbriggen y el británico Stuart Vines conquistaron su cumbre. Curiosamente, ese mismo año, Zurbriggen hizo historia al convertirse en el primer alpinista en alcanzar la cima del Aconcagua, la montaña más alta de Sudamérica. Desde entonces, el Tupungato ha sido testigo de incontables expediciones, algunas de ellas marcadas por la épica, el misterio y la tragedia.
El hallazgo inesperado
En febrero de 2024, la guía de montaña Gabriela Cavallaro, durante una de sus expediciones, avistó a lo lejos una mochila azul en una zona de glaciares y senderos estrechos a 6.100 metros de altitud. Ese hallazgo inesperado reavivó la memoria de Guillermo Vieiro y Leonardo Rabal, y encendió a los hijos de Vieiro, Azul, 44 años, Guadalupe, 40, y Rodrigo, 47, la esperanza de recuperar una parte tangible del legado de su padre.
Tras este primer encuentro, se recuperó un piolet y una cámara de Super 8, pero el resto del hallazgo quedó intacto, ya que estaba fuertemente adherido al hielo. Al parecer, se lograron rescatar algunos fotogramas del cartucho de película encontrado, un detalle que hasta ahora ha sido poco difundido.
Impulsados por el deseo de cerrar una herida abierta y rendir homenaje a su padre, los hermanos Vieiro organizaron en febrero de 2025 una expedición para recuperar la mochila. Sin embargo, de los tres, sólo Azul y Guadalupe formaron parte del equipo que ascendió a la montaña. Acompañadas por cuatro guías mendocinos, con el apoyo de arrieros chilenos en la etapa inicial y un equipo audiovisual, emprendieron un arduo ascenso de diez días por la cara sur del Tupungato, enfrentando un terreno hostil y condiciones climáticas adversas.
La expedición del reencuentro
La expedición estuvo integrada por los guías de montaña Gabriela Cavallaro, Gerardo Castillo, Juan Martín Schiappa y Valentina Ruggiero, quienes decidieron no cobrar por sus servicios en un gesto de admiración por Guillermo Vieiro, apoyando de manera desinteresada la misión de sus hijos.
Además, dado que el rescate de la mochila forma parte de un documental homenaje a Guillermo Vieiro, el equipo contó con la presencia de la realizadora y documentalista Melina Tupa y los camaras Ricardo Funes y Javier Gutiérrez, encargados de capturar cada instante de esta emotiva expedición.
Lo que comenzó como un hallazgo casual se convirtió en una expedición de recuerdo y homenaje, un viaje para recuperar no solo una mochila, sino también parte de la historia de su padre.
Objetos intactos del tiempo
El 21 de febrero de 2025, el equipo alcanzó la ubicación de la mochila. Para Azul y Guadalupe, encontrarla fue como reencontrarse con su padre después de 40 años. «Apenas la vi, quería abrazarla como si fuese mi viejo», expresó Guadalupe, conmovida por el hallazgo. Al abrir la mochila, descubrieron que su contenido estaba sorprendentemente bien conservado. Asi se lo contó al periodista Ignacio de la Rosa que siguió la aventura de forma muy completa con diversosos articulos publicados en el diario argentino, Los Andes, editado en la ciudad de Mendoza.
Entre los objetos se encontraban un aislante térmico, una bolsa de dormir, una chaqueta, una cuerda con mosquetones, un descensor de escalada tipo ocho, tres piquetas, una cantimplora y aspirinas. «Ni la bolsa de dormir, ni la campera ni nada de lo que estaba adentro de la mochila tenía una sola gota de agua. Estuvo 40 años ahí, con hielo arriba, y fue impactante ver que parecía que a las cosas las hubiese dejado ayer», relató Azul, asombrada por el estado de conservación de las pertenencias de su padre.
Un legado que perdura
Con el deseo de honrar la memoria de Guillermo Vieiro y contribuir al patrimonio del montañismo argentino, las hermanas decidieron donar la mochila y sus contenidos a un museo de montaña en Mendoza. De esta manera, el legado de su padre continuará inspirando a futuras generaciones de andinistas y amantes de la montaña. «Me metí en la bolsa de dormir de mi papá y sentí su olor todavía, eso fue algo que me voló la cabeza. Fue como un saludo, un abrazo para lograr transformar esta historia, que siempre fue trágica para nosotros», compartió Azul, reflejando la profunda conexión y el cierre emocional que este rescate les brindó.
Más que un simple rescate, este viaje fue un acto de amor y resiliencia. La montaña, con su eterna grandeza, devolvió un pedazo de historia que el hielo había guardado durante 40 años.
(*) Guillermo Vieiro fue apodado así por ser el primer montañero en alcanzar la cima del Aconcagua por sus cinco rutas principales: la normal por Plaza de Mulas, el Glaciar de los Polacos, la cara Oeste, la exigente pared Sur y la remota cara Norte, conocida como Guanacos. Hoy en día, existen hasta 33 variantes de ascenso al coloso de América, con distintos niveles de dificultad.