La gastroaventura comienza en el aparcamiento de Vallter , donde un grupo reducido de comensales se prepara para una experiencia que va mucho más allá de una simple cena. A las seis de la tarde, la retrac, esa imponente máquina pisanieve adaptada para el transporte de pasajeros, nos espera con su habitáculo calefactado. Subimos, emocionados, mientras las luces de la estación quedan atrás y el cielo empieza a teñirse de tonos anaranjados.
El ascenso es una experiencia en sí misma. La nieve cruje bajo las orugas de la retrac mientras nos adentramos en un paisaje de postal. A medida que subimos hasta los 2.535 metros, la vista se vuelve espectacular. Son diez minutos de viaje La montaña se abre a nuestros pies y, si la visibilidad es buena, desde su amlplia podemos distinguir incluso el Golfo de Roses brillando en la distancia.Por algo este mirador diurno se le conoce como el «Balcon de la Costa Brava».

Un refugio renovado con alma de montaña
Al llegar a Les Marmotes, la transformación del refugio es evidente. De un espacio pequeño y oscuro, ha pasado a convertirse en un comedor acogedor y luminoso con capacidad para 40 personas como máximo. La calidez de la madera, la luz tenue y el ambiente relajado crean el marco perfecto para lo que está por venir.
Nos reciben con una copa de bienvenida mientras nos acomodamos en las mesas. Todo está pensado al detalle. El trato del equipo que drge Carlos Hortet es impecable, cercano pero profesional, y nos hacen sentir como en casa desde el primer momento.
El festín: producto local y excelencia culinaria
El menú de Les Marmotes es una oda al producto de proximidad. Todo está cuidadosamente seleccionado y preparado con mimo en el horno Josper, garantizando un sabor inigualable.
La cena arranca con una selección de entrantes calientes que despiertan el apetito. Hay embutidos de la zona, quesos artesanales y alguna sorpresa en forma de aperitivo. Pero el plato estrella es, sin duda, la carne. A partir de febrero en el meú se añadra una degustación de calçots.

Cuando llega el momento, los chuletones se presentan sobre una pizarra caliente, desprendiendo un aroma irresistible. Cada corte se deshace en la boca, jugoso y con el toque ahumado que solo un buen Josper puede aportar. Las verduras de temporada que lo acompañan completan el plato con un equilibrio perfecto de sabores.
Para maridar, nos sirven vinos del Empordà, una elección acertada que resalta cada matiz de la carne. Y, para cerrar, postres caseros que ponen el broche dulce a la velada.
Descenso con esquís bajo la luna
Para los más atrevidos, la experiencia no acaba aquí. Hay quienes, con esquís en mano, deciden bajar por las pistas iluminadas únicamente por la luz de la luna y los frontales. Una aventura emocionante que convierte la noche en algo aún más especial. Los demás optamos por regresar en la retrac, disfrutando de la calma de la montaña y del recuerdo de una cena inolvidable.
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