Iván Sanz, editor del Diari de la Neu, se estrena como escritor con el libro ‘Vallter 1975-2025, Crònica d’una dèria’, una obra en catalán que repasa medio siglo de historia de la emblemática estación de esquí y montaña de Vallter. Junto a Jordi Surinyach, su coautor, Sanz construye un relato lleno de vivencias, anécdotas y pasión, que refleja no solo el alma de Vallter, sino también su vínculo personal. Hablar con él sobre el libro es contagiarse de su entusiasmo. Iván no sólo lo ha escrito, lo ha vivido en primera persona. Desde su infancia, ha mantenido un vínculo cercano con la estación, primero como esquiador y más tarde desde una perspectiva profesional. Este no es un libro de encargo. Es el fruto de dos años de dedicación, investigación y amor profundo por un lugar que le marcó profundamente.
Aunque su carrera profesional comenzó como impresor y diseñador gráfico, Iván se reinventó para dedicarse al mundo de la comunicación en el ámbito de la nieve, su gran pasión. Actualmente, es editor del Diari de la Neu.cat y coordina la sección de nieve del diario L’Esportiu. Su pasión por las montañas y su experiencia se plasman en cada página de este libro, que no solo cuenta una historia, sino que invita a sentirla.

¿Qué os motivó a escribir un libro que no solo relata la historia de Vallter, sino que también captura las vivencias y anécdotas de quienes han sido parte de este proyecto a lo largo de 50 años?
– En mi caso, ya que somos dos autores, fue un vínculo personal con la estación desde que tenía cinco años. Al principio, fue una cuestión familiar y por ocio, y años más tarde lo ha sido como proveedor de la estación. Todo ello confluyó en un interés por todo lo que sucedía en Vallter, ya fuera desde la perspectiva de un cliente despreocupado o desde la de un proveedor interesado por el modelo de negocio, no solo de esta estación, sino también de muchas otras. Es un mundo que realmente me motiva y apasiona.
«Una idea fija convertida en pasión»
¿ Por qué el titulo Vallter 1975-2025, Crònica d’una dèria? ¿Por qué elegisteis titular el libro Vallter 1975-2025, Crònica d’una dèria? ¿Qué simboliza esta idea fija?»
-Fue, en realidad, una auténtica dèria (idea fija), como dice el título del libro, una fijación que tuvo su fundador, Josep Pujol. Mira, ahora que el libro está publicado, creo que hasta le cambiaría el título, ¡ja, ja, ja! A ver, yo más bien lo describiría como una pasión y un sueño llevado adelante por convicción, aunque con expectativas demasiado optimistas. Lo veo como una dèria positiva: una combinación de confianza y cierto riesgo, como ocurre con todas las aventuras empresariales. Puso en juego sus recursos humanos, familiares y económicos, además de una gran capacidad de convicción para sumar más apoyos, pero la meteorología no le ayudó. No es una aventura tan diferente de lo que sucedió en La Tuca, en Llessui o en Rasos de Peguera. Sin embargo, por suerte para la Vall de Camprodon, Vallter sigue presente.
El proceso de creación de un libro de este tipo requiere investigación, entrevistas y organización de datos históricos. ¿Cuál fue el mayor desafío que enfrentasteis al estructurar este proyecto?
-Ha sido un trabajo largo, pero sosegado. En realidad, la cronología de Vallter empecé a desglosarla año por año ya en 2015, publicando la historia entre los años 1975 y 1985. Después, seguí con periodos de diez años hasta llegar a 2022. Así que, cuando llegó el momento de plantear el libro de los 50 años, la base cronológica ya estaba prácticamente completada. Quizás el mayor desafío, aunque tampoco lo consideraría como tal, fue la búsqueda de fotografías y cuadrar agendas con los entrevistados. Fue más bien un tema logístico. Echo en falta haber podido acceder a más material fotográfico, especialmente de antes de mediados de los años 80.

– Durante la recopilación de material para el libro, ¿hubo alguna anécdota o historia que os sorprendiera especialmente y que muestre la esencia única de Vallter?
-Hay varias anécdotas y situaciones que nos relataron extrabajadores, exdirectivos y exproveedores de la estación que sorprenden y que tienen un denominador común: transmiten compromiso con el proyecto. Trabajaban con la convicción de que había que estar allí y sacar adelante la estación. Se lo hicieron suyo, y eso generó una identidad especial.
Por ejemplo, la carretera de acceso generó en sus inicios apuros y accidentes, pero cada día estaban allí. También están los rescates de montañeros en peligro en las cimas de los alrededores, acciones que siempre iniciaba el personal de la estación por ser los más cercanos a las víctimas o heridos. Usaban recursos propios, ya fuera a pie o en pisanieves, y en condiciones que hoy se considerarían casi heroicas. Todo esto creó una identidad muy particular: una estación imprevisible, peligrosa, pero también única. Creo que esa es la esencia de Vallter: un espacio de montañas preciosas, pero a la vez con riesgos y sorpresas.
«Recuperar la visión de esquí y montaña todo el año»
– El libro menciona los inicios complicados de Vallter y los desafíos actuales, como el cambio climático. ¿Cómo habéis abordado estas temáticas para transmitir un mensaje de esperanza y adaptación?
-Pues esta casi que es la pregunta más fácil de responder. Vallter vuelve a su propuesta inicial. En los años 70, la estación se proyectaba con este lema: «Estación de esquí y montaña», como recalcaban sus folletos promocionales. La realidad es que apostaron mucho más por el esquí que por la montaña. Ahora, con el telemix -telecabina que combina asientos y cabinas- , Vallter recupera esa apuesta por vivir, conocer y disfrutar la montaña los doce meses del año, con nieve o sin nieve, pero con un enfoque más sostenible, más cómodo, más seguro, más ordenado, más instructivo y menos anárquico. Y, por supuesto, asegurando su viabilidad económica. Es un gran reto, pero la dirección actual está comprometida y muy segura. Si transmitimos esperanza y adaptación en el libro, es porque nosotros mismos compartimos ese punto de vista.

Vallter ha sido un motor económico para la Vall de Camprodon durante cinco décadas. ¿Qué historias de impacto comunitario os parecieron más representativas del papel de la estación en la comarca?
-Creo que lo que refleja el día a día en la Vall de Camprodon lo dice todo. Hay vida y actividad económica, y nadie duda de que Vallter ha sido su gran motor. Basta desplazarse a la vecina Vall del Tec, a Prats de Molló, y comparar. Lo mismo pasa al comparar la Vall Fosca, sin estación, con la Vall de Boí y su resort. Donde hay una estación de esquí, hay actividad de construcción, hotelería, restaurantes, comercio más variado, escuelas de esquí, más propuestas culturales, après-ski, y gente joven atraída por las posibilidades. Sin Vallter, probablemente no se habrían construido las variantes de Camprodon, Setcases o Vilallonga de Ter. El ejemplo más claro lo relata Nuria Pujol en una entrevista que le hicimos. Compraron una ambulancia americana tan ancha que tuvieron que medir una calle de Vilallonga de Ter para asegurarse de que podía pasar por allí.
En tu opinión, ¿qué lecciones del pasado de Vallter pueden servir como guía para su futuro, especialmente frente a los retos climáticos y la sostenibilidad?
-¡Fácil, ja, ja, ja! Mira al pasado y rectifica. Como comenté antes: no pongas todos los huevos en la misma cesta. No apuestes solo al esquí; diversifica hacia otros ámbitos. Esquí y montaña se complementan. Al final, eso era lo que pretendía Josep Pujol Aulí con su intención inicial de apostar por los doce meses y no solo por cuatro. Ya vemos que el reto climático puede “solucionarse” con más tecnología, previsión y planificación casi quirúrgica. Saber aprovechar las ventanas de frío y hacerlo de forma sostenible es clave. A todo esto, añadiría rentabilidad y estabilidad, y creo que el telemix será la instalación necesaria para conseguirlo.