Las clavijas de Cotatuero vuelven a estar en su sitio y el paso vuelve a estar abierto, tras casi un mes después del acto vandálico que obligó a cerrar el acceso. La dirección del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido confirmó la reapertura de una de las rutas más emblemáticas de montaña del Pirineo aragonés, tras instalar doce nuevas clavijas con una inversión de 2.500 euros.
La intervención ha corrido a cargo de la empresa aragonesa Prames, especialista en recuperación, señalización y homologación de caminos tradicionales, y requirió de un delicado trabajo vertical, realizado durante dos días por dos técnicos especializados. La actuación supuso una inversión de 2.500 euros, financiada por el Gobierno de Aragón y responde a la voluntad expresa de restituir el paso “con las máximas garantías de seguridad”, según indicó la directora del Parque, Elena Villagrasa.
Atentado contra el patrimonio común
El pasado 6 de mayo, el paso fue saboteado por un grupo de activistas radicales. El ataque fue reivindicado públicamente por Jesús Vallés, un antiguo dirigente del activismo medioambiental, que difundió un vídeo donde defendía la acción como un acto de restitución de la naturaleza salvaje.
Vallés y sus acompañantes arrancaron con sierra doce de las clavijas históricas, lo que hizo extremadamente peligrosa la progresión por el itinerario y forzó el cierre inmediato. En sus palabras, se trataba de “reparar un crimen atroz contra la naturaleza” y “devolver a los bucardos y los urogallos su santuario”.
Las reacciones no se hicieron esperar. La comunidad montañera condenó el sabotaje, considerado un atentado contra el patrimonio cultural y deportivo de los Pirineos. La Guardia Civil mantiene abierta una investigación para identificar al resto de participantes. Desde el Parque Nacional se han aportado como pruebas los hierros cortados, las señales manipuladas y una carta manuscrita dejada por el propio Vallés.
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Historia, montaña y memoria colectiva
Las clavijas originales tenían más de 140 años de historia. Se instalaron en 1881, cuando Lord Buxton, un cazador británico fascinado por el valle de Ordesa, encargó al herrero de Torla fijar unos barrotes, procedentes de la antigua cárcel de Broto, en la pared del circo de Cotatuero para facilitar el acceso a los pastos de caza.
Con el paso de los años, la ruta ganó fama entre montañeros, convirtiéndose en una de las más emblemáticas del parque. Su simbolismo va más allá del valor turístico. Para muchos representa la unión entre historia, aventura y legado cultural. La comunidad local no dudó en calificar el acto vandálico como “un golpe a la identidad común del territorio”.
Apenas unos días antes del ataque, el equipo del parque había certificado que la instalación se encontraba en perfecto estado. Tras el sabotaje, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido abrió expediente de urgencia y activó el protocolo de reparación. El propio Departamento de Medio Ambiente y Turismo del Gobierno de Aragón interpuso una denuncia formal. La rápida coordinación entre administración y técnicos de montaña ha permitido que la ruta vuelve a estar operativa en pleno inicio de temporada estival, reforzando la importancia de proteger tanto los valores naturales como los patrimoniales del parque.